Destino español, muy, pero que muy apetecible en estas fechas de verano. Aquel que tenga la suerte de pasar unos días por la comunidad gallega no debe irse de allí sin antes haber disfrutado, al menos por un día, de este maravilloso paraje natural.
Declaradas Parque Natural Patrimonio de la Humanidad, estas islas son ideales para aquellos amantes de la naturaleza ya que no sólo son un destino de playa si no que ofrecen diferentes rutas de senderismo para disfrutar de las maravillosas vistas que nos brinda este archipiélago.
Se encuentran en la provincia de Pontevedra, pertenecientes a la ciudad de Vigo. El acceso a ellas para turistas sólo es posible mediante los ferrys que parten de Vigo, Baiona y Cangas de Morrazo y el año pasado (2013) a nosotros nos costó 18€ por persona el viaje de ida y vuelta. El acceso a las islas está limitado a 2200 personas al día por lo que si vais en época de temporada alta es recomendable reservar el viaje por lo menos con 2 o 3 días de antelación. En nuestro caso lo reservamos directamente a través del hotel donde nos alojamos pero se puede realizar online con Naviera Mar de Ons o con Nabia. Como hay que reservar tanto el de ida como el de vuelta, os recomiendo que vayáis no más tarde de las 11:00 y volváis sobre las 18:00 o 19:00. Siempre os faltará tiempo para recorrer la isla, así que si os gusta tendréis que volver otro día.
El recepcionista del hotel nos recomendó dejar el coche en Cangas, menos saturado de vehículos que Vigo pero todo dependerá qué destino os viene mejor según donde os alojéis. Los barcos salen totalmente puntuales y lo sé por experiencia porque nosotros aparcamos un poco más lejos de la cuenta y no calculamos bien el tiempo que tardaríamos en llegar al puerto desde donde salía el barco. A las 11:00 llegamos a la ventanilla para sellar el ticket, después de pegarnos una carrerita con las mochilas a cuestas, el barco ya había soltado los cabos para zarpar, pero conseguimos entrar.
Fuimos un jueves y en el barco no viajaba demasiada gente, probablemente porque el día anterior había estado lloviendo por la zona, sin embargo, ese día fue totalmente soleado y pudimos disfrutar al máximo.
El trayecto en el ferry lleva unos 20 o 25 minutos hasta llegar al puerto en la playa de Rodas, considerada por algunos como la mejor playa del mundo.
Lo recomendable es que os llevéis comida para el viaje, ya que allí sólo hay un bar en el puerto y venden poco más que bocadillos y helados. Aunque tened en cuenta que la basura que generéis, la tendréis que traer de vuelta. No hay ni papeleras ni contenedores, algo que agradeceréis mucho mientras camináis por allí.
Una vez allí tendréis varias opciones tanto de playas como de rutas de senderismo. Un pequeño puesto informativo os proporcionará todo lo que necesitéis. Casi todas las rutas tienen como destino alcanzar alguno de los faros que vigilan la isla y desde los que podréis tener las mejores vistas de las islas.
Nosotros decidimos hacer primero la ruta del Monte Faro, la más popular pero también la más larga y así pasó, que nos quedamos a medio camino porque no teníamos pensado gastar tanto tiempo ya que luego había que volver. Sin embargo, en mitad de la ruta, se encuentra la curiosa Pedra da Campá, una roca perforada por la erosión del viento. Justo al lado se encuentra el observatorio de aves, desde el que podréis contemplar miles de gaviotas patiamarillas, además de unas vistas espectaculares del entorno.
Pensamos entonces comenzar el descenso hasta llegar a la playa de Nosa Señora. Una playa pequeña pero más tranquila, una arena tan fina que os hundiréis en ella y con una zona de rocas y aguas cristalinas ideales para buceadores. Dentro del agua, si os quedáis quietos un momento, empezaréis a ver cómo los peces empiezan a rodearos e incluso tocaros, una auténtica pasada.
Más tarde nos fuimos a la playa de Rodas y pasamos unas cuantas horas allí. Pegaba fuerte el viento, pero una vez tumbados sobre la arena, el momento era totalmente idílico.
Llegaba la hora de marcharse, pero antes queríamos ver la otra playa, la de Figueiras, sin embargo, daba ya la sombra y decidimos no acomodarnos demasiado, por lo que volvimos enseguida y nos quedamos en la playa, esta vez cerquita del puerto para no tener que correr al ver llegar el barco.
En definitiva, una excursión que merece la pena volver a hacer, para visitar otras partes de la isla y disfrutar de su entorno. Totalmente recomendable.